enero 19, 2011

Fuego bajo la Piel


Pausa prolongada en la bitácora. Tanta fue su extensión que ya nos encontramos en ese momento reflexivo, de observación crítica, sobre la escenas montadas. Hay ajustes sutiles o drásticos cambios en algunas de ellas, orientados a profundizar la estética general y a pulir las transiciones que hacen fluir la obra como un todo y no como una secuencia de escenas inconexas. El universo de "Fuego Bajo la Piel" abrió sus labios y comenzó a hablarnos; entonces, el devenir de situaciones, donde lo onírico y lo simbólico habitan, comienza a sintetizarse de modo orgánico, sin asperezas, sin forzar nada, como olas en la playa.


Desfilan ante nosotros besos apasionados y ropas desgarradas, picnis soleados y oscuros azotes, blancos vestidos abandonados en jardines y ciertos aires de burdel enmarcan encuentros y desencuentros, plenos de romance, delicadeza, con dósis de sarcasmo y humor negro.


"Fuego Bajo la Piel" alberga nuestros ensueños anhelantes del amor-pasión; la pasión es nuestro ideal y no le rehuímos como a una fiebre maligna; evocamos e invocamos su fatalidad, pues es una bella catástrofe digna de deseo. El amor-pasión vive de nuestra vida, pues creemos que el amor es un destino, que se cierne sobre nosotros, impotentes y cautivos, para consumirmos en el fuego más puro, más fuerte y verdadero que la felicidad.


Y también, nos reímos de ser sus prisioneros, porque ¿acaso hay algo más absurdo que sufrir el desfalleciente poder de la pasión e insistir en ese sufrimiento? ¿Quién puede decir "yo no estuve allí"? Desde Tristán e Isolda pasando por Romeo y Julieta, hasta llegar a Los Puentes de Madison y toda la lacrimógena cultura del amor-pasión que vive de su imposibilidad, hemos disfrutando de la empatía del sufrir apasionado. Qué rídulo es el corazón humano (el mío, para empezar)


Pronto, los nuevos videos serán subidos. Les doy mi palabra







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